En la infancia es normal que los juegos tengan un carácter repetitivo (por ejemplo no pisar las juntas de las baldosas, contar coches…), incluso los niños realizan ciertas actividades diarias como si fueran un ritual; eso es normal, les aporta seguridad. Estos rituales son vividos por los niños como una experiencia lúdica, les resultan placenteros, su interrupción no acarrea consecuencias negativas y por tanto no genera ansiedad. Los rituales obsesivos-compulsivos tienen como objetivo impedir que suceda algo malo o evitar un sentimiento negativo, van acompañados de ansiedad y su interrupción provoca irritabilidad en los niños, además interfieren en el funcionamiento corriente del niño y son percibidos como perturbadores por parte de los padres y de los profesores.